El sueño de la razón no sólo produce monstruos

sábado, 22 de mayo de 2010

AGUA DE BORRAJA

No me di tiempo a pensarlo demasiado. Me levanté con el vaso de cristal en la mano izquierda y lo encajé bajo la catarata moribunda que resbalaba por las paredes de la olla. Con la derecha aparté a mi padre, relevándole de la tarea que realizaba sin la más mínima pasión. Incliné unos grados más el recipiente para verter un chorro escatológicamente firme y decidido sobre mi copa. Suficiente. El fluido menos afortunado desapareció penosamente por el fregadero. Elevé litúrgicamente el cáliz. Examiné con intensidad, con esfuerzo, las distintas escalas de partículas; lo olí con devoción; y con todos los sentidos subordinados al gusto, lo probé.
Agua de borraja.