El sueño de la razón no sólo produce monstruos

sábado, 28 de julio de 2012

"El despertar" capítulo 3. El viaje: Benguela 4

Algunas rutinas cambian casi sin que me dé cuenta. Pienso con firmeza que el ser humano es relativo e inmensamente adaptable, y que podemos trazar nuestra nueva línea de equilibrio a un nivel incluso que antes pudimos considerar insoportable, como ocurre ante la enfermedad o la guerra...

Adaptarse a Benguela no es comparable con esos extremos en absoluto, pero supone trazar esta línea en otro lugar también. Y es un paso que se da con naturalidad, sin echar en falta el modo de vida que allá llevaba; pero puedo pararme a pensar en ello y descubrirme ante mis nuevas rutinas con alguna risa que otra:

- En los vuelos regionales las maletas quedan junto al avión. Cuando pasas junto al montón de bultos, tienes que señalar el tuyo, porque si no, no lo suben.


- No tenemos agua caliente. Aquí es invierno y por la noche estamos a unos 18º. La ducha mañanera es un petardo a cualquier recuerdo del calorcito de la cama. 
- Tiramos el papel higiénico en una papelera que hay siempre junto a la taza. La red de saneamiento y yo aún no hemos tenido el placer de conocernos. No sé si existirá alguna tubería por debajo de la tierra... Bueno, exagero porque llega agua corriente a las casas. En la ciudad, claro. Y no, la papelera no huele mal y tampoco está llena de moscas. Se limpia todos los días. (Esta es una duda que me transmitió mi madre con espanto cuando le comuniqué las costumbres asociadas a tener un pozo negro.)
Los patios interiores de las preciosas y decadentes casas coloniales están bombardeados por las antiguas y las actuales tapas de registro.
- La gasolina tiene plomo, claro. Como en cualquier lugar fuera de Europa. Y cuando ruge una moto a tu lado te llega un aroma metálico que da mucha cosica. En relación a los vehículos y su conducción también es importante saber que puedes adelantar indistintamente por la derecha y por la izquierda, haya carril o no. Creo que para que te den el carnet de moto sólo hay que pedirlo.
- Los gatos aquí dan miedo porque son cosa de brujería. Y la verdad es que la gata de Ana está como las maracas de Machín, aunque es tremendamente cariñosa. Hace acrobacias imposibles persiguiendo su propio rabo. Y sabe abrir las cuatro patas mucho y a la vez, suspendida en la contraventana con la cabeza peligrosamente hacia atrás.
- Hay niños sin parar. Niños que brincan, trepan por los árboles, niños que te señalan y te dicen "mamá". Niños muy listos y educados que te llevan a casa del soba (coordinador y lider espiritual del barrio) cuando te pierdes entre las casas de barro y bloque.


- Las personas en la administración, funcionarios y políticos, te atienden y escuchan. Aunque esto no debe ser muy normal, por ahora sólo puedo recoger buenas impresiones de la gente de organismos públicos.
- Todas las mujeres trabajan. Como el acceso a bienes es muy complicado por las malas condiciones en que han estado las vías de comunicación, pueden recorren kilómetros para abastecerse de fruta y verdura que luego venden por las calles. O comprar pan y dar la vuelta a la esquina para venderlo un poquitico más caro. Cualquier cosa que les permita sacar unas kuanzas (moneda de Angola).


- Las personas sonríen y saludan. Son amables y educadas.
- Lo he visto un par de veces con mis propios ojos y me confirman que es lo normal, al menos en Benguela: las fotos de boda se hacen en la hierbecica de las rotondas, ahí con todos los coches y motos dando vueltas.
- La moto se limpia en marcha. Lo que viene a ser la llanta. Mientras conduces miras hacia atrás contorneando la cintura y acercas un trapo a la rueda. Como da vueltas muy rápido, la llanta se limpia muy rápido también. Tú que vas en el coche de detrás te cagas de miedo, porque si fueras tú quien lleva ese trapo ya estarías estampado contra un árbol, un pèatón o otro motorista limpiando su moto. Aún no he logrado fotografiar esta escena, pero para los incrédulos prometo colgar una foto pronto.
- Los funerales duran una semana. Ayer fui al 5º día de uno. Llegó toda la familia, en torno a unas 60 personas, y montaron un fiestón estupendo. Cocinamos todas juntas con grandes pucheros; había música, bebidas... la gente se queda a dormir hasta el domingo, para acompañar a las personas cercanas. Se trata de una fiesta de agradecimiento a todos aquellos que han estado a tu lado apoyándote en los momentos duros. Me emocionó.

sábado, 21 de julio de 2012

"El despertar" capítulo 3. El viaje: Benguela 3

·Damba María y nuestro trabajo·

Estoy en casa de Ana, con mis dedos índice y pulgar ampollados de una quemadura mañanera. Esto no tiene nada que ver con nuevas vivencias en Angola: tanto aquí como en España, coger un cazo de metal con leche hirviendo con los dedicos desnudos, tiene las mismas consecuencias. Eso sí, para curarlo (os vais a reír mucho, sobre todo la doctora Letamendi) aparte de meterlo en agua fría durante 30 minutos, me estoy agarrando el lóbulo de la oreja. Parece que alguien en Brasil dijo que así no salían ampollas (no os preocupéis que si no funciona me daré crema.)
Trabajamos en Damba María, que es un barrio pesquero a unos 9 kilómetros al norte de Benguela. La entrada desde la carretera te obliga a un giro imposible cruzando las vías del tren (uno de las pocas líneas que están en funcionamiento en Angola) para después saltar a un suelo de arena desconchada que tamiza todo el barrio.
El centro comunitario está a un lado del barrio. Allí tenemos la sede de la fundación, nuestra base de operaciones. He recorrido el barrio un par de veces y sólo quiero aprender a decir en portugués "¡no soy un marciano!". Aunque es verdad que yo también voy mirando todo como si paseara por Raticulín. Casas de adobe, alguna barbería, alguna tiendita informal con chucherías y jabón... se puede adivinar que existe algún artesano, pero muy pocos. Pasa a veces el heladero con una moto al ritmo de una música que le identifica por cualquier parte. Por ahora no descubro más sonidos que éste, el de los niños jugando y riendo, y, ya en Benguela, los coches. Y motos, muchas motos. Otro día hablaré de la música que se escucha aquí normalmente. Todavía me tiene perpleja y confío en encontrar otro estilo que me reconcilie con el folclore angolano. Por ahora casi puedo afirmar con certeza que están todos sordos.

Mujeres salando pescado junto a la playa de Damba María
Hace dos días visité al director de una escuela al norte del barrio, un rastafari majetón que me preguntaba muchas cosas. Me gustó mucho la curiosidad que albergaba. Terminamos hablando de música: él canta reggae. Quedamos en que me enseñaría el lugar donde ensayan.

Tenemos abiertas varias líneas de trabajo. Una de ellas es la de higiene y saneamiento, nuestra acción3, y estamos diseñando una serie de actividades para sensibilizar sobre la relación entre basura y enfermedades, realizar identificación de lugares de acumulación de porquería, realizar campañas de limpieza posterior y terminar con algún tipo de reciclaje.
Basura junto a la Damba./ Pescado salándose a l sol
 Comemos algunos días junto al Centro Comunitario, en un pequeño puestecito que veréis en la foto. Dona Margarida nos prepara unos días rabas de calamar duras como una piedra, otros días un guisado muy rico con patatica y pimiento, otros días carne de vaca, que es más cara. Es un sitio barato, bonito y musicado por el ritmo estruendoso de un generador. Éste es otro sonido al que me voy acostumbrando, porque la luz se esfuma muchas veces, y es normal contar en casa con un aparatejo de estos para poder ver las cucarachas. Bueno, para mí este es el objetivo prioritario. Por ahora sólo me he encontrado cara a antenas con una y... oye, he visto pájaros del mismo tamaño. Lo de pisarlas no es una opción.


Ana y Cris a en el puestico junto al Centro Comunitario. Damba María

martes, 17 de julio de 2012

"El despertar" capítulo 3. El viaje: Benguela 2

· La curiosidad·

Mis ojos se alimentan de imágenes nunca vistas. Por ahora el desconocimiento del idioma y de tantas otras cosas me relegan a ser un par de retinas con orejas que sonríen sin parar.
Es domingo en la mañana y camino por la playa hacia el norte. Enseguida acaban las construcciones de ladrillo revocado para dar paso a otras de barro, que perfilan la playa y vomitan personitas entretenidas con sus quehaceres. Paseo por la orilla y niños, jóvenes y mujeres no pueden evitar mirarme. No se ve más blanco que yo contra la arena. Sonrío y saludo mucho. Recibo sonrisas y más saludos.

Niños junto a la playa. Benguela

Paso barcas coloreadas bajo la mugre, un hombre dormido con un traje viejo, tres niños que se persiguen envueltos en camisetas gigantes. Llego hasta un grupo de mujeres que, tras una embarcación volcada, lavan sus ropas en baldes espumosos. Algunas también lavan sus cuerpos con grandes tetonas colgantes o lavan a los pequeños o se frotan la piel con una piedra. Pienso que, como no tengo lavadora en casa, podría venir aquí algún día. Miramos la escena extraña. Ellos a mí y yo a ellos. Me acerco y me siento entre dos lavanderas. Pregunto si molesto y parece que no. Explico que es mi segundo día en Benguela, que no conozco mucha gente y que prefiero mirar el mar en compañía. Nos reímos y nos entendemos a duras penas en 4 ó 5 conversaciones que tratamos de llevar. Pasa un rato largo. Estoy muy cómoda y me hago un cigarro. Aquí es muy raro ver una mujer fumar; creo que se asocia a algo negativo, socialmente feo. Pero yo soy extranjera y estoy eximida de algunos prejuicios con los que envuelven a los angoleños (a costa de seguramente estar embadurnada de los prejuicios contra los blancos que bien nos los hemos ganado...). Enciendo mi cigarro. Me rodean de súbito niños y mujeres. Me levanto , les digo que fumar es malo, jejeje, que ya lo sé... bromeamos. Les explico cómo lío uno y les vuelvo a decir que es malo.  Una mujer arrugada me pide un calada. Fuma, fumo. Me vuelve a pedir y hago un cucurucho con una hoja de mi libreta y le meto filtros, tabaco y papel.

Miro hacia el interior del barrio. Las chabolas conforman  un territorio desconocido e infranqueble, como cuando eres incapaz de imaginar los laterales de los sueños. Quiero entrar. Una mujer me acompaña por las calles hasta un mercado. No estoy lejos de casa.

Mercado. Barrio de Benguela
En el mercado los mismos productos que he visto todos estos días. Me extraña profundamente la poca variedad de alimentos que tienen aquí: huevos, maíz, pez secado, plátanos... no mucho más. Y una pasta omnipresente que se llama Funge o pirao, hecha con harina de mandioca o maíz. Y que no sabe a nada. Todavía.

Posando en el barrio. Benguela

domingo, 15 de julio de 2012

"El despertar" capítulo 3. El viaje: Benguela 1

·Primeras impresiones·

Puedo comenzar a narrar este lugar describiendo mi llegada, recordando cada momento, hablando de las diferencias con lo que conozco hasta ayer... pero tendría que realizar un esfuerzo innecesario, algo artificial, creo.
Ahora suena Joan Manuel Serrat con "Aquellas pequenhas cosas" y no puede ser mejor banda sonora. Empezaré con esas pequenhas cosas que me han sorprendido.

Vi pájaros desmembrados a lo largo de toda la playa: un ala, una cabeza, un cuerpo... caminaba descalza con cuidado mientras se ponía el sol (anarajado, precioso, gigante) tras unas formaciones terrosas de grietas verticales (ahora suena Tom Waits).

Playa San Antonio (Angola)

El piso en el que voy a vivir cuesta 700$ al mes, y por lo que me dicen, aquí es barato; el pan de molde 6$; el tabaco 1$. Echar gasolina es un acto social y la gente dedica un buen rato a hacer fila hasta que llega su turno. Entonces llenan varias garrafas y charlan. El resto esperamos.
La gente de la cooperación y los trabajadores portugueses han recreado su pequenho mundo europeo, y van de un bar a otro bebiendo canhas. Quizás me sorprenda más adelante, pero creo que en una cerveza he logrado trazar un esbozo mental de lo que es su vida aquí. Y pienso que no va a ser la mía.
La gente no pide dinero por la calle, nadie te aborda. No siento ni tan siquiera que me observen.
Benguela tiene calles anchas y casitas coloniales bajas que parecen cuadros viejos. Los edificios más icónicos han salido de alguna ciudad de Los Ángeles de los anhos 60. No hay enhes en el teclado, pero acabo de pensar que puedo poner un acento "~"a una n... ahí va: ñ.
Las calles no están especialmente sucias, o al menos no es esto lo que ha llamado mi atención, que sí lo ha hecho la cantidad de material de obra que hay repartido por todos lados. Los árboles tienen troncos muy muy altos.

Benguela (Angola)

El fontanero que ha venido a casa para lograr que saliera agua por la ducha, que funcionara el wáter y que tragara el baño, me ha preguntado si estaba casada y con hijos. Y si estaba enamorada. Cuánto tiempo perdemos en España... No se creía que pudiera levantar una pared con mis propias manos. Aunque no lo he hecho nunca, no tengo dudas de que sabré hacerlo, así que para no sacarle de su asombro no lo he desmentido.
Aquí es invierno y refresca algo de noche, pero ahora estoy en una linda casa que parece cubana, con todas sus ventanas abiertas y no tengo frío. Anoche dormí ya aquí, con una mosquitera sobre la cama, y no agobia ni nada. Tenía mis dudas al respecto.

Hay mucha gente. Las mujeres llevan baldas sobre sus cabezas con plátanos o ropas. Hoy vi  a una que portaba su bolso de imitación sobre la cabeza, y me dio risa. Luego pensé que era una muy buena idea para caminar con las manos libres y que no me importaría aprender a hacerlo.
Creo que mañana iré a desayunar a un lugar junto a casa de Ana al que va gente negra. Ana es una portuguesa que me acoge hasta que mi casa esté a punto.

Benguela