El sueño de la razón no sólo produce monstruos

martes, 17 de julio de 2012

"El despertar" capítulo 3. El viaje: Benguela 2

· La curiosidad·

Mis ojos se alimentan de imágenes nunca vistas. Por ahora el desconocimiento del idioma y de tantas otras cosas me relegan a ser un par de retinas con orejas que sonríen sin parar.
Es domingo en la mañana y camino por la playa hacia el norte. Enseguida acaban las construcciones de ladrillo revocado para dar paso a otras de barro, que perfilan la playa y vomitan personitas entretenidas con sus quehaceres. Paseo por la orilla y niños, jóvenes y mujeres no pueden evitar mirarme. No se ve más blanco que yo contra la arena. Sonrío y saludo mucho. Recibo sonrisas y más saludos.

Niños junto a la playa. Benguela

Paso barcas coloreadas bajo la mugre, un hombre dormido con un traje viejo, tres niños que se persiguen envueltos en camisetas gigantes. Llego hasta un grupo de mujeres que, tras una embarcación volcada, lavan sus ropas en baldes espumosos. Algunas también lavan sus cuerpos con grandes tetonas colgantes o lavan a los pequeños o se frotan la piel con una piedra. Pienso que, como no tengo lavadora en casa, podría venir aquí algún día. Miramos la escena extraña. Ellos a mí y yo a ellos. Me acerco y me siento entre dos lavanderas. Pregunto si molesto y parece que no. Explico que es mi segundo día en Benguela, que no conozco mucha gente y que prefiero mirar el mar en compañía. Nos reímos y nos entendemos a duras penas en 4 ó 5 conversaciones que tratamos de llevar. Pasa un rato largo. Estoy muy cómoda y me hago un cigarro. Aquí es muy raro ver una mujer fumar; creo que se asocia a algo negativo, socialmente feo. Pero yo soy extranjera y estoy eximida de algunos prejuicios con los que envuelven a los angoleños (a costa de seguramente estar embadurnada de los prejuicios contra los blancos que bien nos los hemos ganado...). Enciendo mi cigarro. Me rodean de súbito niños y mujeres. Me levanto , les digo que fumar es malo, jejeje, que ya lo sé... bromeamos. Les explico cómo lío uno y les vuelvo a decir que es malo.  Una mujer arrugada me pide un calada. Fuma, fumo. Me vuelve a pedir y hago un cucurucho con una hoja de mi libreta y le meto filtros, tabaco y papel.

Miro hacia el interior del barrio. Las chabolas conforman  un territorio desconocido e infranqueble, como cuando eres incapaz de imaginar los laterales de los sueños. Quiero entrar. Una mujer me acompaña por las calles hasta un mercado. No estoy lejos de casa.

Mercado. Barrio de Benguela
En el mercado los mismos productos que he visto todos estos días. Me extraña profundamente la poca variedad de alimentos que tienen aquí: huevos, maíz, pez secado, plátanos... no mucho más. Y una pasta omnipresente que se llama Funge o pirao, hecha con harina de mandioca o maíz. Y que no sabe a nada. Todavía.

Posando en el barrio. Benguela

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