El sueño de la razón no sólo produce monstruos

domingo, 5 de agosto de 2012

"El despertar" capítulo 3. El viaje: Benguela 5

Me senté a tomar una Cuca (cerveza nacional) en una mesita de esa cantina que veía al pasar hacia casa de Ana. Normalmente los blancos van a otros lugares aquí, sitios que reproducen bares europeos a los que ya odiaba entrar cuando vivía en España. Yo los llamo "los lugares sin alma". En este patio me siento cómoda y me entran ganas de escribir...
"Cada vez me gusta más Benguela. En un principio, las motos y obras a medio hacer llamaban tanto mi atención que sentía algo hostil. Ahora me acostumbro a estas rutinas y comienzo a ver más profundo. Ya me pasó en otro lugares: los primeros días los rincones aún no tienen significado y una mirada global hace sentir el lugar desconocido y carente de significado.
Ahora veo árboles por todas partes, lojas (tiendas), mujeres vendiendo cualquier cosa que quizás pueda comer, envueltas en sus paños tan bonitos de colores. Empiezo a conocer lugares mágicos, patios en las casas tan bellas en los que con cuatro mesas y un pequeño puesto de chapa montan un bar. Ahora estoy sentada en uno de esos lugares..."

Pequeña cantina en el patio de una casa. Benguela


En ese momento tres mujeres de uniforme que están sentadas junto a mí me invitan a compartir la cerveza con ellas. Me siento en su mesa. Me preguntan mil cosas, hablamos. Una conversación muy agradable. Me explican sobre su trabajo. Nos reímos mucho con tonterías. En un momento de la conversación me preguntan si tengo enamorado (novio) y si no me importaría encontrar uno aquí. Respondo que nunca se sabe. Nos reímos. Y entonces me preguntan si no me importaría que fuera angolano, que fuera negro. Las miro extrañada y digo que no. Abren mucho los ojos y vuelven a inquerir: -"Entonces, ¿no eres racista?".
Me llora un poquito el alma. Bebemos otra Cuca, a la que me invitan. Hablamos de otras cosas. Y me vuelvo a casa avergonzada de mi color de piel...

Qué distinción tan errada es la del color de la piel... ¿Cómo hemos podido caer en algo tan arbitrario, tan prepotente, tan injusto? No somos conscientes de la cantidad de prejuicios que asociamos a algo tan externo, como en otra época fue el ser pelirrojo, albino o mujer... Me remueve las entrañas, me damos asco. Me hace sentir una confusión extraña, una incomprensión profunda. No encuentro escusa. Ni la educación recibida... ¡Basta ya de no repensar lo aprendido!
Lo diferente nos aterra. Hemos forjado durante siglos el miedo a lo desconocido, que excusamos con la prudencia, que explicamos a nuestro entendimiento como "algo justificado y necesario". Pero ¿qué es lo desconocido sino lo que nos falta por aprender? Así que, por culpa de ese miedo y desprovistos de curiosidad de los pies a la cabeza,nos erguimos orgullosos en nuestra ignorancia, capitaneando un barco de papel y ciegos al mundo inmenso.
Y otro mal endémico que nos pudre: la inercia. La inercia de la costumbre, del "qué dirán", de la educación, del miedo... la inercia de no replantearnos aquello que nos enseñaron y creemos como cierto.



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