El sueño de la razón no sólo produce monstruos

sábado, 13 de julio de 2013

"El despertar" capítulo 3. El viaje: Benguela 12

· Notas de viaje·

Las mujeres de Unita bailaron con las banderas de los rebeldes, y el partido en el gobierno, el MPLA, envió algunos hombres de la policía antimotín como medida preventiva.Él estaba en Cubal por aquel entonces. Su padre era viceadministrador del municipio, colocado allí como cabeza de turco, en un área peligrosa, en un cargo que nadie quería... todo descubierto muchos años después.
 Pasaron dos semanas y ningún movimiento. Así que salieron todos, dejando Cubal desprotegida bajo la insípida vigilancia de los viejos policías municipales. El jueves a las cuatro de la mañana las tropas de Unita entraban a la ciudad. Comenzaron a oirse tiros y otros sonidos inconfundibles de la guerra. Las tropas de rebeldes quedaron a 50 metros de su casa, justo en el cruzamiento. Con total impunidad ocuparon  los puestos oficiales del MPLA; vistieron sus fardamentos, se sentaron en sus carros... Al segundo día de la ocupación se acercó hasta su casa un alto cargo de UNITA y les dio una radio para comunicarse.

Una noche saltan la cerca de la casa dos hombres con uniforme militar y con armas. Con poco sigilo se acercan a la puerta de entrada, intentan abrirla. Toda la familia mantenemos la respiración, acurrucados unos sobre otros en una habitación. Yo, como cabeza de familia en ausencia de mi padre, cojo el arma y me quedo de pie, protegiendo a mis hermanas. Escuchamos ruidos que delataban la trayectoria de los dos desconocidos alrededor de la construcción. Tras unos minutos eternos,éstos salen del quintal, sin descubrir que la puerta de atrás está abierta. Y volvimos a respirar.

A partir de esa noche quedaron con miedo de dormir en casa. Salían de dos en dos, de tres en tres, como si tan sólo quisieran dar un paseo nocturno por la ciudad. Caminando llegaban a casa de dona Emilia. Los días más complicados utilizaban los túneles que se comunicaban, a través de las viviendas vecinas, con el río. A veces quedaban con las piernas llenas de barro varias horas cobijados en su lecho húmedo, y caminaban hacia atrás para que las pisadas en la orilla no delataran su escondrijo.

Durante muchos días el alimento se redujo a papaya cocida. Mandinho, mecánico de la policía del Gobierno, sintió hambre desde su exilio en las montañas. Blanco angolano, nacido en Cubal, se había ganado la fama de provocador ya antes de que las tropas de UNITA invadieran su tierra natal. Así que una madrugada del segundo día de ocupación, huyó hacia las colinas.
Desesperado de hambre, manda buscar a su cuñado, militante de UNITA pero por encima de todo, piensa, su familia. Sus compañeros de huída tratan de persuadirle para que desista en su idea: "No te fíes." El cuñado aparece en su vehículo destartalado. Le hace subir al carro y lo mata sin vacilar junto a la vía del tren. Cuando el tren pasa por el lugar en el que yace el cuerpo inerte de Mandinho, una moza amiga de la familia ve al blanco junto a las vías, y avisa en casa. Los niños van en bicicleta y corriendo hasta allí, reconocen al amigo de la familia y vuelven para dar la noticia, espantados, a casa.
UNITA pasa varias horas sin permitir que se mueva el cuerpo inerte. Se va a pudrir, humillante y rápidamente, con tanto calor... Es necesario que el Padre Abel interceda para conseguir que el cuerpo sea levantado. Finalmente es UNITA la que ofrece un cajón para el entierro. Con una condición: estará prohibido llorar en el funeral. Cuando entierran a Mandinho, su madre escupe entre dientes: "Si te ha llevado Dios, descansa en paz. Pero si fue una persona, no tengas paz hasta que te la lleves contigo".
Tras salir la familia de Mandinho, el cuñado ocupó la casa en la que vivían. Dormía en su cama, comía en sus platos... Apareció asfixiado en su habitación, la antigua habitación de Mandinho, con sus propias manos alrededor del cuello.

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