El sueño de la razón no sólo produce monstruos

martes, 23 de julio de 2013

"El despertar" capítulo 3. El viaje: Benguela 13

Las historias de personas son distintas. Distintas a mí, a lo que conocía... distintas a lo que había imaginado.

Bruno Mirrado es un niño grande. Eso ya lo había oído alguna vez, pero quizás en él se hace carne de una forma que tiene algo de extraordinario. 
El día que Bruno dejó la escuela, tenía 22 años alcanzados tras repetir sucesivas veces. Saltó desde el aula del segundo piso. Imagino que perdió los nervios y quiso acabar con la situación de la forma más rápida posible. "Puerta, pasillo, escaleras, puerta, pasillo, puerta... " y optó saltar por la ventana. Sus compañeros de clase corrieron a pegar sus narices contra el sucio cristal esperando ver el cuerpo magullado de Bruno sobre el cemento desconchado del patio, pero le descubrieron alejándose a velocidad considerable sobre sus piernas intactas.
Bruno Mirrado tenía una pistola con la que disparaba a perros y a gatos sin ningún motivo aparente. La gente tenía miedo de que una persona llevara un arma, pero sentían pavor de que fuera una persona como Bruno. Y los agentes de policía, priorizando su parte emocional sobre la profesional, también estaban aterrorizados. Quizás alguien denunciara, pero no existía coraje suficiente dentro del cuerpo para reducir a un hombre capaz de dar la vuelta a un Discover 4x4 a la salida de una bar. Así que fue su hermano, hombre con grandes empresas, cantidad de dinero y por supuesto influencias, quien pidió a los cuerpos de seguridad que le dieran un escarmiento. A la salida de una discoteca crearon un círculo de personas uniformadas y armadas para lograr reducirlo y llevarlo a la comisaría. Pese a las inmensas dificultades, consiguieron esposarlo y amarrarlo a un árbol, del que logró soltarse rompiendo el metal una primera vez.Ya vuelto a reducir, le bajaron los pantalones y ordenaron a un agente que le diera cincuenta latigazos. Éste se negó por miedo, al igual que el siguiente y el siguiente, y así ocurrió con todos los agentes que estaban presentes. Tuvo que agarrar la herramienta el agente Cabeza Caliente, quien jurando por la cobardía de sus colegas y crecido por el coraje de tomar la iniciativa, atizó cincuenta veces sobre el trasero de Bruno Mirrado. Cuando terminó el escarmiento, Bruno salió calmado y por sus propios pies. Desde entonces respeta al agente Cabeza Caliente y nunca le niega el saludo.
Bruno no trabajó nunca. La primera vez que lo conocí me llamaron la atención su voz extenuantemente ronca y su inmenso pendiente de aro, dentro del cual no era difícil imaginar un lorito de colores.



Lindinha bebe sin remedio ni control, y con mucha frecuencia.
Intentó suicidarse de varias formas, pero ni tan siquiera tuvo éxito en esto. Tomaba unas pastillas para dormir, que con el alcohol se transformaban en bombas de demencia e inconsciencia. Le hacían pasear desnuda a través de las noches, durante las calles.
Se juntó con un hombre del que parecía estar enamorada, y durante unos días la estabilidad pareció tocar a su puerta. Una noche de alcohol empedernido fue suficiente para llegar al día siguiente con un ojo hinchado y la cara amoratada. Continuó la misma serenata el día después... y todos los que siguieron. Durante más de un mes se repitieron escenas tristes de borracheras y palizas, y al final todo volvió a ser igual que al principio. Cada uno por su lado, borrachos y quién sabe qué más, protagonizando de vez en cuando una escena triste. "Loirinha:" me dice "nadie me da trabajo porque esta ciudad es muy pequeña y todos me conocen".

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